Con cada nuevo atentado, con cada vida salvajamente arrancada por los terroristas de ETA, se producen los mismos episodios de reacción de la sociedad, la misma cadena de manifiestos de condena, concentraciones y suspensiones de actos o eventos de tal o cual naturaleza que estuvieran previstos para esos días. Ha vuelto a ocurrir ahora con el asesinato de los dos agentes de la Guardia Civil: la gente ha salido a la calle (no como antes, ni tan unida como antes, pero ha salido), todos los alcaldes y presidentes de Diputación han mostrado su repulsa, los Ayuntamientos en pleno de todos los pueblos de España se han concentrado como protesta, y se han anulado o modificado actos, esta vez relacionados con la celebración del Día de la Constitución. Ahora de nuevo, como siempre me pasa, tengo la extraña sensación de que todo esto es precisamente lo que los terroristas quieren que hagamos, que no es otra cosa que alterar y condicionar nuestra vida cotidiana, y como efectivamente la cambiamos, creo que el terror logra uno de sus objetivos.
Como no puedo quitarme de encima esta sensación, me gustaría que algún día la respuesta de la sociedad ante una atentado fuera la contraria, esto es, la de seguir su vida cotidiana con normalidad, evitando así que el terrorismo nos condicione en lo más mínimo y evitando también que el terror consiga lo que realmente quiere.
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1 comentario:
Pues, ¿sabe usted que me ha obligado a valorar esa otra posibilidad de reacción? Finalmente la he desestimado por utópica, que no por descabellada.
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