Juan Gelman: "Las cuentas con el pasado no se saldan jamás"
Pérdida, exilio y dolor presiden el camino de un poeta convertido en el grito de miles de argentinos desgarrados por el drama de los desaparecidos en la dictadura militar. Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) ha creado un universo poético personal, preñado de intimismo, pero también de una mirada a la realidad que le acerca a los problemas de la humanidad, siempre con el telón del fondo de la experimentación con el lenguaje. La suya ha sido una existencia trágica, marcada por una dictadura que le arrancó en 1976 a su hijo y a su nuera embarazada. Aquella nieta vio la luz durante el cautiverio de su madre, a la que asesinaron tras el parto, y fue entregada en adopción por los militares a una familia uruguaya. Juan Gelman luchó hasta quedarse sin piel por encontrar a aquella niña. Lo hizo hace apenas unos años, en 2000. La nieta recuperó el apellido Gelman y el poeta encontró una paz interior nunca antes conocida.
PREGUNTA.- ¿De qué vive ahora su poesía?
RESPUESTA.- En primer lugar, yo vivo del periodismo, y si uno no hiciera periodismo y viviera, pues la misma poesía no podría vivir. Al margen de esto, siempre es un poco inexplicable lo que a uno le hace escribir, pero están presentes las viejas obsesiones de siempre, que cada vez se ven desde un lugar diferente: el amor, la muerte, los temas que han estado siempre más o menos presentes en mi poesía
P.- ¿Sigue siendo la poesía un oficio ardiente?
R.- Sí, para mí es inevitable esa persecución interna de la poesía, que es como una señora que no se deja atrapar.
P.- Es evidente que la herida de la poesía sigue abierta en usted. No se le ha cerrado con el paso de los años.
R.- No, no se cerró. Estoy escribiendo bastante en los últimos tiempos. Pero esto no es algo que se dé de un modo regular, hay periodos en los que uno escribe y hay periodos secos. Ahora me encuentro en un momento contrario a lo seco. Me encuentro en un periodo, digamos, fecundo.
P.- ¿La vida de un poeta puede explicar su obra?
R.- Creo que hay canales muy oscuros entre la vida y la obra, entre una cosa y otra, de manera que la poesía nunca es autobiográfica.Puede haber situaciones concretas que se reflejen en el poema, pero la poesía nunca es autobiográfica. Siempre parece que escribe otro.
P.- La suya ha sido una vida dura, terrible en algunos momentos.
R.- Ha sido dura para muchos argentinos por la dictadura. Pero la vida es dura para mucha gente que ni siquiera pasa por una dictadura, de manera que, como suele decirse, no me quejo.
P.- ¿Aquella experiencia de la dictadura le condujo hacia una nueva poesía?
R.- En realidad fue el exilio lo que me cambió todo, la pérdida y desaparición de un proyecto vital propio y de cambio en el país. Todo esto te crea una especie de caldo en tu interior que va mutando tus modos de expresión por medio de una alquimia curiosa, para mí inexplicable.
P.- ¿Están ya las cuentas saldadas con el pasado?
R.- No, las cuentas no se saldan jamás. Además, el presente de cualquier persona está hecho de su pasado.
P.- En alguna ocasión ha dicho usted que la poesía es inútil.
R.- Lo que he dicho es que la poesía no cambia el mundo y en ese sentido sí es inútil. Pero es utilísima, y le hablo ahora como lector, en el sentido de que descubre territorios interiores que uno no tenía o no sabía por sí mismo que tenía. La poesía toca verdaderamente esos territorios y es capaz de hacer pensar y verse mejor a uno mismo.
P.- Está viviendo ahora un estado de paz interior desconocido para usted. ¿Se refleja eso en su poesía?
R.- Supongo que sí, lo que ocurre es que yo no soy un buen crítico literario. Todo lo que escribo siempre me parece insuficiente. Siempre existe una distancia entre lo que uno quiere expresar y lo que finalmente acaba expresando en el poema, por lo que se produce una cierta decepción. Eso ocurre incluso en los grandes poetas. Hay que seguir buscando, buscando y buscando; cavando y cavando.
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Publicado en El Mundo el 10 de mayo de 2007
Publicado en El Mundo el 10 de mayo de 2007
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