martes, 24 de junio de 2008

Marx

Algunos deben tener cuidado con no invocar el nombre de Groucho Marx en vano. Lo ha hecho este fin de semana José Blanco a cuenta del congreso en el que Rajoy se ha quitado de en medio a críticos y otros seres molestos. «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». El secretario de Organización del PSOE recordó la divertida ocurrencia del actor norteamericano para lanzársela a su paisano popular e imputarle excesivas mutaciones de criterios y modificaciones de pensamientos como otros se cambian de zapatos. Pero, ya digo, hay que andarse con ojo, porque las sentencias de Groucho son tan universales que pueden aplicarse a cualquiera. También al PSOE, que aquí en nuestra provincia ha demostrado tener unos principios en Gibraléon y otros muy distintos en Bollullos, un pueblo, por cierto, que cada vez se parece más al camarote de los hermanos Marx con tanta repentina visita que está recibiendo el hasta mañana alcalde socialista, Carlos Sánchez, que ha adquirido un aire de viuda al que todo el mundo con cargo público del PSOE va a mostrarle su pesadumbre y su tristeza por la irreparable pérdida de la Alcaldía por culpa del pacto entre IU y PP. El problema de las mociones de censura es que ninguno de los grandes partidos españoles está legitimado para dar lecciones de ética y honradez. Partiendo de esa base, la solidez de los principios de Groucho Marx es la misma que la de una clase política que únicamente se mueve por su exclusivo interés partidista. He ahí la fe verdadera del político: la victoria de su partido. Esto es, el poder. Lo que haya que hacer para conseguirlo importa lo mismo que un pimiento. Por ejemplo, un pacto antinatural entre IU y PP (Bollullos). Por ejemplo, valerse de una edil tránsfuga para alterar una mayoría absoluta (Gibraléon). «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». El PSOE anda estos días jurando en arameo y gastando el diccionario de desacalificativos por el acuerdo que le echará del Ayuntamiento de Bollullos. Es, en su opinión, un atraco a mano armada, un atropello a la democracia, por lo que se debe reunir de inmediato la Mesa Antitransfuguismo, a pesar de que en este asunto los tránsfugas brillan por su ausencia. No opinaba lo mismo (aquí están los otros principios) cuando se hicieron con el poder en Gibraleón gracias a que una concejal del PP le dio su voto al PSOE. La expulsión del hoy alcalde fue una representación teatral digna de ganar un Max. Ahí está hoy Juan Serrato otra vez bajo el paraguas socialista. ¿Con qué legitimidad se arrancan ahora la piel a tiras los socialistas? Con nula legitimidad, aunque algunos crean, con Groucho, que los principios están para cambiarlos según convenga.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 24 de junio de 2008.

4 comentarios:

Zapateiro dijo...

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Así de triste y así de realista.

Lo cierto es que no te falta un ápice de razón, desgraciadamente.

Lo he dicho en más de una ocasión, lo triste de nuestros políticos es que, en su inmensa mayoría, están al servicio del partido y no de los ciudadanos. Hace mucho que se perdió esa vocación de servicio público.

Un beso.

Manolo Cayuela Mora dijo...

Suscribo tu texto Andrés. Aquí ya sabemos como se los gastan unos y otros. Lobos con piel de cordero.

Un abrazo

Antonio dijo...

La partitocracia. El mal que nos acecha y está acabando con la democracia que se concibió en un principio, como a los nacionalismos, se les dio su cuota para el consenso pero ya se están pasando.

Es necesaria una renovación profunda de nuestro sistema parlamentario, reforma absoluta del Congreso y vital para el Senado que debe empezar a funcionar ¡ya!

Zapateiro dijo...

Antonio el Senado, en vez de empezar a funcionar, debería desaparecer ya, que no es lo mismo. Yo lo tengo claro.

Un saludo.