martes, 25 de mayo de 2010

Recortes de clase

Dice el secretario provincial de UGT, Jorge Puente, que, en estas horas de ajustes apresurados, a los sindicatos no hay nada que recortar. No se entiende demasiado tal afirmación. Hace tan sólo unos días –17 de mayo, cinco después de que Zapatero se hiciera el harakiri– el Boletín Oficial del Estado daba cuenta de la cantidad que repartirá el Ministerio de Trabajo en concepto de «subvenciones para el ejercicio 2010 a las organizaciones sindicales»: 16 millones de euros. No digo yo que a estas organizaciones haya que dejarlas vivir únicamente con las cuotas de sus afiliados, pero convendría tener prudencia con lo que se afirma con rotundidad, pues parece evidente que a los sindicatos sí hay algo que recortar. Como a los partidos políticos, que para 2010 se han repartido ya 85,4 millones de euros en concepto de subvenciones del Estado para su financiación ordinaria y gastos de seguridad. De ellos, 35,8 han ido para el PP y 33,8 para el PSOE. ¿Hay por donde recortar? Por supuesto, pero ese es un debate en el que a nadie con mando en plaza le interesa entrar. La austeridad empieza por uno mismo. Aquí en Huelva, los sindicatos mayoritarios se plantaron el pasado jueves con gran vocerío en la puerta de la Subdelegación. El ex secretario provincial de UGT Jesús Tormo –radicalizado por las malas nuevas funcionariales– incluso la aporreó con furor, profiriendo insultos y otras pestes. Es de agradecer que los sindicatos hayan descubierto –al fin– que la cosa va mal. Porque no es otra su función que proteger los logros de los trabajadores. No obstante, el problema reside en que llevan tanto tiempo adocenados que sus pataletas resultan poco creíbles. A Zapatero le van a montar una huelguecita (Bernardo Romero dixit), lo cual está muy bien para tranquilizar conciencias. Acuérdense de Felipe González y su némesis Nicolás Redondo para comprobar cómo ha ido degenerando un asunto, el del gran sindicalismo, que hoy no es más que otro engranaje del Poder, convenientemente subvencionado, aunque algunos todavía se olviden de dónde comen las siglas que les sustentan.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 25 de mayo de 2010.

martes, 18 de mayo de 2010

Intocables

Sólo una vez –que yo recuerde– ha impedido la Policía manifestarse a los trabajadores de Astilleros en estos meses que llevamos de protestas, cortes, quemas de neumáticos y demás historias de la crisis. Ocurrió ayer en la sede provincial del PSOE, en la que alguien del Gobierno mandó poner el cartel de ‘No molesten’. Un puñado de agentes de la Nacional impidieron que los trabajadores se concentraran ante la sede socialista, cuyos ocupantes son unos verdaderos privilegiados. Quiere decirse que los onubenses que viven en la capital y sus alrededores llevan meses sufriendo el conflicto de Astilleros en su máxima crudeza e incomodidad sin que la autoridad acudiera a su rescate: cortes del puente sobre el Odiel y de calles sin previo aviso, manifestaciones espontáneas, caos circulatorio y protestas ante las viviendas particulares de los empresarios. La Policía Nacional les dejó hacer... hasta que la cosa se ha orillado en la sede del PSOE, que –a lo que se ve– debe de ser el templo intocable de la democracia, el foco del que nace la luz que nos guía en nuestra oscura existencia de seres sin rumbo y desnortados. Un privilegio, ya digo, que viene a confirmar lo sola que se encuentra en su lucha esta peña engañada y maltratada a base de promesas incumplidas y un futuro mitinero que hace demasiado que se lo llevó el viento. El mensaje a los trabajadores de Astilleros ha sido claro: prohibido vociferar sus penas ante la sede del PSOE, no vaya a ser que alguien en su interior encuentre insoportable el sonido de su nombre entonado de mala manera por boca de un puñado de desagradecidos. Por más que lo pienso no acabo de entender el miedo a la disidencia y a la crítica que se gastan algunos. La vicesecretaria general del PSOE de Huelva, Antonia Moro, dijo ayer que su partido «respeta» la actuación policial. ¡Y tanto! Ya le hubiera gustado a muchos sufridos onubenses respetar también que se hubiese impedido, por ejemplo, cortar los puentes a Punta Umbría sin previo aviso. ¿Quién dijo que ya no había clases? Vean a esta casta de intocables y babeen de pura envidia.

Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 18 de mayo de 2010.

martes, 11 de mayo de 2010

Juan Delgado

«Te suplico que pronuncies mi nombre / y descubro que me llamo silencio». El poeta Juan Delgado, como en sus versos rotos, no podrá callar nunca, aunque haya muerto un absurdo domingo de mayo. Ahí están sus poemas –casi eternamente– para que el quiera leerlos y dejarse ayudar, que es acaso la más alta función de la poesía. Él era silencio de bosques y minas, y a los árboles y a los ríos recurría cuando se veía superado por la incapacidad humana para comunicarse. Quiere decirse que buscó a Dios en el campo y en las nubes bajo el paraguas de una suerte de panteísmo humanista que dotó su poesía de compromiso y conocimiento. «Mi ideal poético no es subir por una escala de seda a la sublimación de los sentimientos, sino bajar por una escala de hierro hasta la contemplación cotidiana de la vida interna», me dijo un día en su vieja casa de Riotinto, pueblo al que tuvo que emigrar con su familia desde su Campofrío natal con apenas 10 años, tras la muerte repentina de su padre. Si fue niño con hambre, librero, cajista de imprenta y trabajador de la mina, Juan Delgado fue, ante todo, un hombre que buscó siempre el asidero con el que agarrarse con fuerza a la vida. Su especial sensibilidad comenzó a plasmarla en forma de poemas de manera tardía, allá por 1971, cuando su primer libro publicado fue galardonado con el Premio Ángaro. Sumó otros muchos reconocimientos (Odón Betanzos, Vicente Medina) y fue un destacado agitador cultural de la Huelva que empezaba a despertar. Últimamente estaba de vueltas. «Éste [por Riotinto] es un pueblo olvidado por todos, yo estoy lejos de los circuitos poéticos, no soy un arribista, ni un adulador, ni un relaciones públicas», me confesó en aquel encuentro de unas horas. El poeta desarraigado –el poeta de la Sierra encerrado en el poeta de la Mina– acabó convertido en un Habitante del bosque, a la postre su último poemario. «La tarde, Dios y yo, / tres hermosas maneras del silencio». A Juan Delgado se lo tragaron los árboles.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 11 de mayo de 2010.

martes, 4 de mayo de 2010

Lepe York

El alcalde de Lepe, Manuel Andrés González, le ha contado a unos periodistas del New York Times interesados en su pueblo –ya saben, inmigración, agricultura y crisis– que el municipio sobrevive más bien que mal a la actual coyuntura económica, como algunos gustan en llamar al agujero negro en el que estamos metidos. El regidor lepero también aprovechó el viaje para recordar que el primer hombre que –oficialmente– avistó tierra americana, Rodrigo de Triana, nació en Lepe, a pesar de su apodo y a pesar de que no está nada claro dónde pariera la madre del insigne marinero. No consta que hablara sobre el litigio que mantiene con Cartaya a cuenta de la Flecha. Ya se sabe que tanto un pueblo como el otro eran enormes antes de la separación de los continentes. No extraña, habida cuenta del orgullo de sus gentes, que estos dos municipios sean los más prósperos de una provincia que se desangra a chorros por las carnes abiertas de las cifras del paro. Y tampoco extraña que uno de los periódicos más importantes del mundo se haya fijado en Lepe como ejemplo de algunas cosas. Entre ellas, la más que aceptable convivencia entre decenas de nacionalidades distintas y el próspero desarrollismo que han demostrado sus habitantes a cuenta de la agricultura. Salvando las abismales distancias, a Lepe lo levanta hoy el trabajo de los inmigrantes como a Nueva York la construyeron las cientos de miles de personas que fueron a juntarse a aquella tierra de las oportunidades. A la espera de cómo resulte el reportaje, esta visita neoyorquina a Lepe es probable que valga más para la imagen de la provincia que un centenar de Pactos por Huelva juntos, a pesar de la vergüenza de los asentamientos ilegales, un drama humano que hemos decidido no mirar para que parezca que no existe. Ahora América ha acudido al rescate vía Lepe para contrarrestar la conspiración masónica de la clase política, en contubernio con la subversión en lo social, que ha dejado la imagen de la provincia hecha unos zorros en varios países de Europa a cuenta de reportajes periodísticos y programas televisivos. Lepe no es Nueva York, pero bien vale una misa.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 4 de mayo de 2010.