jueves, 15 de noviembre de 2007

Memoria

Uno no se muere del todo hasta que fallece la última persona con capacidad para recordarte. De alguna forma se está vivo mientras haya alguien que te honre y te vindique, mientras existan hombres dispuestos a rememorarte y a evocarte. Por eso el olvido es una suerte de segunda muerte, una muerte en la muerte tan trágica como la física, tan demoledora como la misma de dejar de existir. En España, durante los 40 años que duró la larga noche del franquismo, esa muerte en la muerte fue una especie de mandamiento que todos tenían que acatar. Se impuso la prohibición de recordar. A media España, claro. Fue, como se ha escrito muchas veces, un tiempo de silencio dominado por el terror y el miedo en el que la memoria era tabú y la evocación de los muertos y exiliados de uno de los bandos, un delito tipificado en el código penal. La memoria (resulta frustrante tener que recordar esto) sólo estaba permitida a los vencedores, quienes se dedicaron con todo su ímpetu a recordar a sus muertos y a echar capas y capas de olvido sobre los muertos del enemigo. Por eso no entiendo que algunos se alarmen porque ahora se quiera recuperar la memoria de aquellos que nunca la tuvieron. "El bando republicano también cometió crímenes y desmanes", dicen como argumento. Por supuesto, hay que responder tirando de obviedad. Pero el franquismo ya se encargó durante su larga existencia de recordar y honrar a sus muertos, mientras prohibió el recuerdo y la honra de los que el régimen no entendía como suyos. Que ahora se quiera restituir la memoria de los que por imperativo legal nunca la tuvieron me parece un acto de mera justicia. Sin más.

Otra cosa es que la ley que, promovida por el Gobierno Zapatero, acaba de aprobar el Congreso de los Diputados incluya inconsistencias y memeces cuya finalidad es la de borrar la historia de las calles, en una especie de prohibición absurda de lo que ha pasado en España, como si eso fuera posible. "Que quiten todas las estatuas de Franco", dicen. ¿Y por qué no hacen lo propio con las de los Reyes Católicos o las de Felipe V, personajes históricos que no han sido ejemplos de bondad precisamente?, cabría preguntarse. Andar ahora desmantelando las ciudades, las iglesias y los callejeros no conduce a nada, y menos a recobrar la memoria de los que han estado tantos años sin tenerla, que creo yo es lo fundamental. Y como eso es lo fundamental me hubiera gustado una mayor valentía de la ley, que la inútil fuerza que se usa para quitar tal o cual efigie o para cambiar el nombre de tal o cual avenida se hubiera gastado en solventar hechos tan sangrantes como, por ejemplo, el de García Lorca, cuyo cadáver sigue España teniendo tirado en una cuneta, algo absolutamente impropio de un país que se dice serio. El poeta español más famoso (con mucha diferencia) en el extranjero, por cuya lectura acuden a España cientos de miles de personas, sigue derrumbado en un barranco de Víznar junto a pobre maestro de escuela y dos banderilleros anarquistas. Lorca es, claro, un símbolo, una imagen de los muchísimos que acabaron de la misma forma. Hoy puede tranquilamente hablarse de él, como aquí en Valverde puede hablarse del poeta Juanma, o de Tagarna, o del escultor Manuel Castilla, o del alcalde Juan Fernández, todos asesinados por pensar diferente. No es que pueda hacerse gracias a la nueva ley, pero ahora, al fin, se les reconoce oficialmente. Es posible que así estén menos muertos. Ya les tocaba.

Publicado en Facanías en noviembre 2007

6 comentarios:

Jesús Chacón dijo...

Ese bloguero cañí. Me parece un error de bulto llamar a todo esto "memoria histórica" y sólo poner la linterna sobre determinados puntos. ¿Qué pasa entonces, por ejemplo, con las víctimas de las refriegas entre los reinos cristianos y al-Ándalus? ¿Eso no pertenece a la memoria histórica? Creo todo esto le da alas a los reescribidores de la historia, a los fantoches que ahora dicen que la guerra civil comenzó en 1934 (que ya hay que ser radikal, así, con K). Por cierto, en la calle Génova de Madrid (calle natal de José Antonio Primo, por cierto) algunos se ponen nerviosísimos con todo esto.
El espíritu es bueno, la justicia estaba pendiente con estas víctimas de la guerra y la represión franquista, pero se nos (les) ha ido de las manos. Se puede eliminar la densidad de los símbolos franquistas, vale, pero hacerlos desaparecer es algo parecido a no dejar huella de que todo eso ocurrió, y eso, más que memoria, es amnesia histórica. Y ya sabemos las consecuencias de ello. Con la historia no se puede jugar. Si hay que hacer justicia se hace, pero sin jugar a los cirujanos.

Saludos a los valverdeños, a ver cuándo organizamos un gran puyyero.

Andrés dijo...

Gran Chacón, me alegra verte por aquí!!!!

Qué sabio eres, coño. Tú lo has dicho, la justicia estaba pendiente. Pero nada más. Y nada menos. No hace falta ponerlo todo patas arriba confundiendo churras con merinas.

Un abrazo fuerte

Juan Duque Oliva dijo...

Pues que hubieran dejado las esculturas de HItler en Alemania, de Pinochet, ya os vale, las esculturas se dejan de alguien a quien queremos admirar y estemos orgullosos, con lo bien que habias empezado el artículo...

Andrés dijo...

Juan, no nos conocemos personalmente, pero quería felicitarte por el excelente trabajo que estáis haciendo en devalverde.es y en la radio. Enhorabuena.

Respecto a lo de la memoria histórica: Yo estoy de acuerdo con quitar todos los restos franquistas de las instituciones públicas (Ayuntamientos, Diputaciones, Gobiernos Civiles, Comandancias, etc), pero critico que se quiera quitar todo de las calles, lo cual es imposible y no conduce a nada. Y por eso digo que la fuerza se debería haber gastado en solucionar, por ejemplo, lo de Lorca, que supongo estarás de acuerdo conmigo en que tenerlo todavía allí tirado es una barbaridad.

Un abrazo.

Doria dijo...

Hola tocayo, antes que nada cunpliré con el preceptivo ¡¡Ave Maria Purisima!! que nos exigia mi abuela Manolita que dijeramos desde el zagúan de la casa de la calleja, contestando ella desde dentro; Sin pecado concebida,¡¡Andelante!!
Una vez dentro por vez primera en tu blog, sólo quiero hacerte una precisión:
La aprobación de la Ley de Memoria Histórica permitirá a los familiares de quienes yacen en la fosa común donde enterraron a Federico Garcia Lorca la exhumación de los cadáveres de sus seres queridos e identificarlos mediante pruebas de ADN. Hasta ahora la familia del poeta se había negado y hay quien sospecha que los restos de Federico no se encontrarán allí, algo que explicaría la negativa por parte de los herederos.
Saludos,
andrés Romero Álvarez

Andrés dijo...

Bienvenido, tocayo.
Efectivamente, la familia del poeta siempre se ha negado a la exhumación de sus restos, por lo que hay quien sospecha que el cuerpo fue en su día trasladado a otro lugar, algo no demostrado.
El mayor especialista en el poeta, Ian Gibson, no se cansa de repetir que Lorca no es de nadie, ni siquiera de su familia, simo patrimonio de la humanidad, que debe, por lo tanto, descansar en un lugar más decente.

Saludos