Warren McCulloch (1899-1969) fue un tipo realmente interesante, un sabio en el estricto sentido del término, un humanista a la manera más clásica que dejó importantes descubrimientos en el campo de la neurología y la cibernética, pero que también hizo gala de un impresionante talento para otras cuestiones tan aparentemente alejadas de la ciencia como la poesía, la filosofía o el diseño. Me he acordado de él y de una de sus memorables frases viendo la reacción que la portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Huelva, Manuela Parralo, ha tenido tras conocerse que un juzgado ha abierto diligencias previas sobre el asunto de su hija al presumir una posible infracción penal. Dijo McCulloch: «Cuando señalo, miren a donde señalo, no a mi dedo». Parralo, es obvio, se ha quedado mirando al dedo con ese extraño ensimismamiento que provoca la perplejidad ante algo no esperado. Aseguró la socialista al día siguiente de saberse lo del juzgado que iba a emprender acciones legales –faltaría más– contra todo aquel que lesionara su honor o el de su familia. «Voy a utilizar todo el peso de la ley, todo», dijo de manera solemne. Pero, ya digo, se quedó mirando al dedo y no atendió a lo que le señalaba la justicia. Si lo hubiera hecho, no habría dicho lo que dijo. Porque de lo que declaró Parralo se entiende que también va a emprender acciones legales contra la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Huelva, que es quien ha abierto diligencias y quien presume una posible infracción penal en el presunto caso de enchufismo que aquí se investiga. Quiere decirse que la portavoz socialista denunciará ante sus colegas a la magistrada autora del auto, que es la que avanza y ahonda en el asunto y la que se supone lesiona el honor de Parralo y su familia. Pero como la portavoz socialista ya ha decidido que en este asunto se quedará únicamente mirando al dedo, acabará por no hacerlo y preferirá llevar a los tribunales al que dio a conocer de manera pública el auto judicial de marras, o sea, este diario. Y así se va escribiendo la crónica de una historia en la que los malos, como siempre, somos los que damos a conocer las presuntas irregularidades y no quien las comete. En esta profesión, este axioma es ley. Algunos le llaman matar al mensajero, pero la frase se ha convertido ya en un tópico un tanto vacío de significado. Diremos mejor, con el amigo Warren McCulloch, que Parralo se ha quedado mirando al dedo. Y que cada cual saque sus propias conclusiones.
Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 18 de marzo de 2008
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