martes, 25 de marzo de 2008

Descubriendo a Guevara

Acabo de descubrir a José Guevara. Dicho así parece que me he perdido decenas de años de excelente pintura ya reconocida en medio mundo. Pero no. Creo sinceramente que es una suerte. La misma que tiene el que me dice que todavía no ha leído Rayuela o Cien años de soledad, ante lo que siempre se me despierta un sentimiento incontenible de envidia por la fortuna que implica el poder descubrir cualquiera de esas dos piezas maestras de la literatura. Oí hablar por primera vez de José Guevara, artista y escritor de 82 años de edad nacido en Puebla de Guzmán, hace poco tiempo en casa de Bernardo Romero, cuando Juan Cobos Wilkins, Pilar Barroso y el fotógrafo Moi dábamos cuenta de un extraño arroz que sabía tan bien como buenas eran las cosas que entraban por mis oídos. «Ha vuelto Guevara», dijo alguien. Y comencé a conocer su increíble historia de creador excepcional, sus fundamentales descubrimientos en el mundo de la pintura, sus arriesgados montajes teatrales y su periplo vital entre aventurero y descubridor.


Efectivamente, ha vuelto Guevara a su ciudad, Huelva, a la que se vino a vivir con apenas 13 años y desde la que comenzó a abrir sus tentáculos por medio mundo. La nueva sala de exposiciones del Colegio de Arquitectos muestra hasta el 4 de abril parte de la nueva obra pictórica de este creador tan conocido en el extranjero como desconocido en su tierra. Esta paradoja es habitual en el mundo del arte, pero con Guevara el asunto es sangrante, por lo notable de su producción y por lo importante de sus descubrimientos, el más importante su técnica de pintura quemada, verdaderamente revolucionaria y con la que consigue matices increíbles. Desde que decidiera irse a Brasil en 1952, José Guevara ha llevado su obra a lugares tan lejanos como Uruguay, Irak, Siria, Estados Unidos, Holanda, El Líbano, Australia, Panamá, Islandia o Japón. Ha sido un habitual en la Bienal de Venecia desde los años 60 y es en Italia donde vive desde los 80, país en el que es venerado como Guevarino il rosso por el color de sus obras informalistas. Si tienen –digamos– la suerte de que nunca han oído hablar de él, en la calle Isaac Peral se puede dar uno de bruces con un descubrimiento asombroso. Descubrir es uno de los placeres de la vida. Y con José Guevara no hay decepción posible: si no te atrapa su obra originalísima, lo hace su travesía vital marcada por la vanguardia –ha sido también rompedor autor teatral– y la aventura siempre en la búsqueda de los mecanismos adecuados para la consecución de un arte puro.

Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 25 de marzo de 2008.

4 comentarios:

Ana Asuero dijo...

Pues mira por donde me has descubierto tres cositas que tenía por descubrir porque ni conozco al artista, ni he leído "Rayuela" ni tampoco "Cien años de soledad".

Tener tantas cosas pendientes me estresa... Gracias!

Andrés dijo...

Qué suerte la tuya, Ana!!!!

Bernardo Romero dijo...

¡Por dios! E incluso por la patria y el rey, amor mío de mi alma, vete a la biblioteca pública más cercana y pilla Rayuela y Cien años de soledad. No te arrepentiras, y pasarás unos muy buenos momentos con esa impresionante literatura. A José Guevara, le podrías conocer, como le conoce Andrés, que está invitado a cenar el sábado, debajo del limonero, una suerte de menú andalusí junto a un grupo de pintores de Huelva. Te puedo adelantar que tiene una vida muy intensa, que aún y a pesar de los años, debe andar por los ochenta y algo, se conserva bien. Ha vivido en Suramérica, en Estados Unidos, en París y en Italia, donde mejor se ha ganado la vida. Tiene obra en muchos y buenos museos, y por exponer fue capaz de viajar hasta Australia, en un complicado trayecto (creo que a principios de los sesenta) que duró nada menos que 45 días. Eso era viajar, y no irse a Cancún con Viajes Meliá. Si el sábado estás en Huelva, te vienes a cenar con don Andrés. Besos y agur.

Anónimo dijo...

Andrés, otro día, además de escribir este artículo magnífico, me avisas para que le pueda hacer una entrevista y no lo disfruteis solo en Huelva, aunque sé que es echarle un poco de morro, que los enrevistados deberían ser cosa mía, el buscármelos, digo.