Confieso mi absoluta ingenuidad, ese defecto inevitable (es un defecto, no lo duden) que me lleva, a priori y sin mayores miramientos, a pensar bien de la gente, de sus actos y sus promesas, de sus buenas intenciones y sus sonrisas profidén. Sé que va contra natura, contra el sabio y cruel refranero español (piensa mal y acertarás) y contra todas las leyes de la lógica, pero -qué quieren que les diga- uno es como es y no como quisiera ser y aquí que me hallo recibiendo mandobles por doquier, que es la penitencia que ha de sufrir quien es portador de semejante tara. La ferocidad de este virus es tal que me hace pensar que la bonhomía es una cualidad que reside también en los políticos, lo cual es el colmo de la ingenuidad y la memez, a qué negarlo. Es por ello que me suelo tragar sus promesas, sobre todo las que nos cogen de cerca. Así que un día de hace cuatro años vi ganar las elecciones generales a José Luis Rodríguez Zapatero y se me vino un pronto pensamiento a la cabeza, martilleada durante años por el PSOE onubense con la necesidad insoslayable y perentoria del desdoble de esa vena que recorre la provincia de Huelva llamada Nacional 435: "Estos tíos se van a poner con el pico y la pala mañana mismo", me dije con total seguridad un día de marzo de 2003. Como ya se han imaginado, no era yo quien hablaba, sino mi virus, que me atacaba con fuerza llevándome a pensar bien del personal. El caso es que vamos ya para cuatro años (Aznar estuvo ocho), que digo yo que es tiempo más que suficiente para hacer cosas (sobre todo si eran tan urgentes), pero poco o muy poco se ha hecho aparte de mover papeles por aquí y allá o de alguna declaración rimbombante. A este paso pronto conseguirán que me cure.
El día que ganó Zapatero, ya digo, recuerdo que la pancarta que lucía la balconada consistorial de Valverde mutó por obra y gracia de la magia de las urnas y el cambio de partido en la Moncloa, ya que donde antes se exigía el desdoble de la N-435 (una obra más que necesaria, a todo esto) ahora se evidenciaba un hecho: la histórica reivindicación estaba conseguida, por lo que el cartel municipal pasaba a dar las gracias a los valverdeños por tan importante logro. Aquello fue por marzo de 2003. Mi virus me decía: "Verás tú a estos tíos la semana que viene con los cascos puestos y abriendo veredas por la sierra". Pero pasaron los días, las semanas, los meses y los años y nadie dijo esta boca es mía. Ya sé que antes de que comience una obra de esta envergadura es necesario atravesar todo un océano burocrático de estudios previos, licitaciones, expropiaciones e innumerables gaitas administrativas y presupuestarias. ¿Pero de verdad que cuatro años no han dado para avanzar un buen trecho de este camino? Me estoy curando, ya digo, y mi virus ya apenas me habla. ¿Dónde está ahora la urgencia que se aplicaba al gobierno del PP, evidentemente que para desgastarlo? ¿Nadie en el PSOE de Huelva ha tenido en este tiempo los arrestos suficientes para tratar de implicar y comprometer al gobierno socialista en la puesta en marcha de este necesario proyecto? Recuerdo ahora a la retahíla de alcaldes y cargos socialistas que han desfilado por los semáforos de Beas y Trigueros repartiendo folletos por entre los coches exigiendo el ¡desdoble ya! y no puedo más que sentir un cierto sentimiento de lástima. Por ellos, pero también por nosotros. Pronto, antes de que lleguen las elecciones de marzo de 2008, asistiremos al lanzamiento de algún cohete en torno a la N-435 y su desdoble. Verán cómo alguien anuncia con gran boato que todo va sobre ruedas y que todo está hecho. Luego volverá el silencio, como en estos cuatro años. Pero a mí no me miren: yo ya me estoy curando.
Publicado en Facanías en septiembre de 2007
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