Habida cuenta del debate generado en la ciudad, haría bien el alcalde en sumarse a la extraña manía de las hojas de rutas y poner en marcha una para la Gran Vía. Mismamente ayer, Pedro Rodríguez comenzó a plantear la posibilidad de que esta arteria nacida de los ensanches de la posguerra sea peatonal. Esta decisión la marcará la opinión de la ciudadanía, dijo. La mía es ésta: no peatonalizar la Gran Vía sería desaprovechar una oportunidad histórica que acabaremos lamentando. Para convencerse basta con recordar la visión de esta calle siempre oscura y triste literalmente tomada por los onubenses el fin de semana previo a su reciente apertura, aquellos dos días de principios de noviembre en que fue plenamente peatonal. El gran Rafael El Gallo decía que perfecto es aquello que está bien arrematao. Pocos pueden poner en duda el buen trabajo que se ha hecho en la Gran Vía, que luce de una manera absolutamente desconocida para los onubenses, diáfana y planita. Falta, sí, arrematarla. Es decir, peatonalizarla. El actual coitus interruptus no parece que haya dejado a nadie, claro, con un buen sabor de boca. Si el Ayuntamiento tiene dudas –que, lógicamente, puede tenerlas– debería recordar que la ciudad ha seguido funcionando mientras los vehículos no podían circular por la Gran Vía por las obras. Quiere decirse que el mundo siguió girando (y con él, Huelva) a pesar de que no había parada de autobuses ni de taxis en la plaza de las Monjas, dos de las principales quejas de los comerciantes del centro, cuya opinión parece que ha acabado prevaleciendo, por ahora, en todo este asunto. Es decir, que no entiendo en qué perjudica al comercio que la Gran Vía sea peatonal y que las paradas de taxis y autobuses estén 50 metros más allá de la plaza de las Monjas. Dice Pedro Rodríguez que los políticos han de tener olfato para detectar lo que piden los ciudadanos. El cocido, en este caso, huele desde las escaleras. El alcalde, seguro, ya lo ha olido. Viendo sus éxitos electorales, podría decirse que lleva 14 años oliéndolo. Queda, eso sí, arrematar la faena.
Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 24 de noviembre.
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7 comentarios:
Siempre que se proyecta la peatonalización de algo los primeros en alzar la voz en contra son los comerciantes. Me gustaría preguntarles ahora a muchos de los que pusieron la voz en grito cuando se aprobó la peatonalización de la Avenida de la Constitución, en Sevilla, si el resultado ha sido ventajoso o perjudicial. Sin dudas, los peatones de Sevilla han recuperado un espacio clave y la avenida ha cobrado una vida espectacular.
Así que espero que Huelva de ese paso, todos se alegrarán.
Eso es lo que digo, yo, Zapa. No entiendo ese temor tan tremendo que tienen los comerciantes a las peatonalizaciones. En Sevilla se ha desmotrado que ha sido algo positivo
Las calles peatonales de Huelva son de barrio y están llenas de cacas de perro, grietas y motos. Esta oportunidad de hacer algo vistoso en Huelva sin recurrir a la cansina rotonda florida debe ser buena para todos, comerciantes asociados incluidos. Pero seguro que en la plantilla de políticos de la ciudad hay más de uno diciendo en los corrillos pre y post plenos municipales que el que quiera andar se vaya al Espigón.
Tú has crecido entre sus calles, y estarás más que acostumbrado, pero yo, mientras más veces voy a Huelva más ganas siento de no volver, y eso que el orgullo de ser de Huelva lo llevo como matrícula. No se puede circular por las calles sin regatear las decenas de coches en doble fila, y peor aún es caminar porque el acerado suele lucir un marcado perfil andevaleño. Me quedo con mi puente de Punta Umbría, el cual me respeta y sólo me hace tardar diez minutos en llegar a cualquier punto de la capital, por más que se empeñen en restarle presencia con la amenaza de un tercer ejemplar posiblemente caro y poco curativo.
Si tengo esta sensación es porque en una ciudad pequeña como la nuestra es más fácil tener las cosas en condiciones, y desaprovechamos oportunidades muy valiosas que nos hacen ser una urbe incómoda, fea, e ignorante. Te remito a tu adorado Conquero, y a la amnesia crónica del onubense respecto a su valía.
Tienes más razón que un santo. POr eso digo que lo de la Gran Vía sería una oportunidad histórica: un bulevar plenamente para el disfrute de los peatones.
Qué de Bellavista eres, mamón!
En Bellavista vivo bien, pero si critico tanto a Huelva es porque me siento de Huelva, no me gusta como está, y deseo una mejoría notable. Pienso que en pequeñas ciudades todo es más fácil y me indigna que aquí pase lo contrario. Por citar un ejemplo muy claro, desde que se inauguró el paseo marítimo de Huelva a finales de los noventa el asfalto es cualquier cosa menos firme, y provoca que todos circulemos por el carril izquierdo, provocando adelantamientos por la derecha. Desde entonces no ha habido ni una sola inversión en mantenimiento, ni se le han pedido explicaciones a la empresa que llevó a cabo el proyecto, habiéndose hundido el suelo el primer año. ¿Por qué? Nadie sabe, nadie contesta, pero lo peor, NADIE PROTESTA. Lo fácil es arreglar el problema, pero se opta siempre por lo más complicado, arreglar todas las rotondas conlindantes y esperar que nadie se deje la vida adelantando indebidamente.
La peatonalización de la Gran Vía no se hará (espero equivocarme), por eso te aludía al corrillo en el que nos mandaban a paseo al Espigón los políticos que tanto se desprecian en público, y tanto se quieren en privado.
Hoy, 15 de diciembre, a penas veinte días después de esta entrada, ha dejado caer Francisco Moro que el pueblo quiere la peatonalización de la Gran Vía, pero que tendrá que estudiarse contando con el paso de los medios de transporte público y de residentes. Y digo yo: si los políticos son elegidos por el pueblo para que hagan lo que quiere el pueblo ¿a qué viene que venga este señor y diga en rueda de prensa que "tendrán que soportar la combinación de la peatonalización con..." dicho tráfico?
Esto es la leche. Ya se da por hecho que no pintamos nada, o menoss que nada.
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