A Juana María Cáceres, de 35 años de edad, la mató su marido en Rociana el pasado viernes por la noche. A la mañana siguiente, ya tenía quien justificara en cierta medida este crimen repetitivo y demencial, casi atávico, siempre inexplicable. Lo increíble –al menos para mí es increíble– es que lo hiciera una mujer, mientras a su lado una segunda asentía casi mecánicamente. Ante las cámaras de Canal Sur, dijo la señora con el asesino todavía huido: «Él es un chico magnífico, una buenísima persona, tenía que estar muy desesperado para haber hecho una cosa así». La mujer que le acompañaba añadió: «Los verdaderos motivos se quedan en el pueblo». Véase ahora la absoluta ineficacia de las políticas contra la violencia de género, el rotundo fracaso en el intento de concienciar a la población de lo execrable de una lacra que, visto lo visto, no acabará nunca. A 200 metros de donde estas vecinas dictaban su sentencia, un puñado de políticos locales se concentraba para condenar el crimen, siguiendo el ritual y la costumbre de los últimos tiempos. El problema –el problema de raíz, quiero decir– estaba muy cerca de ellos. Una mujer estrangulada por su marido y otras dos, vecinas del pueblo, tratando de justificar al asesino con no sé qué historias de «verdaderos motivos» y de «la desesperación de un chaval extraordinario». El Ministerio de Igualdad es inútil. Lo dice mucha gente. Y lo es, básicamente, porque no puede conseguir la utopía de cambiar una sociedad que sigue situando a la mujer en un papel absolutamente secundario y servicial, por mucho que se quiera vender lo contrario. No hay logros en la lucha contra la violencia machista. Se ha avanzado en la protección, pero ni siquiera eso garantiza nada, y se ha creado una Ley de Violencia de Género que criminaliza a los hombres más que ayuda a las mujeres maltratadas. Escuchar a una mujer tratando de disculpar a un hombre que acaba de matar a su esposa es el ejemplo más evidente de que en esta carrera ni siquiera aún hemos llegado a la línea de salida.
Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 24 de febrero de 2009.
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1 comentario:
He oído la noticia pero no he visto a las vecinas. Ese es el mayor de los desprecios posibles a la persona asesinada. Que descanse en paz la víctima, y que se bañen de cordura las "hijas de Bernarda Alba", que falta les hace.
En cuando al Ministerio de Igualdad, es cierto que nunca va a garantizar nada. Supongo que es una institución simbólica que bien se podía quedar en un órgano consultivo y/o de inspección, como tantos otros de corte económico, político o judicial, por difuminar ejemplos.
Cuando suecede esto, y casos como el de la joven sevillana Marta, siempre me acuerdo de la palabra EDUCACIÓN, y no precisamente la que reparten en la escuela.
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