La crisis económica está poniendo a cada uno en su lugar. Ahora, por ejemplo, hemos descubierto que en España no hay liberales, sino liberalitos. Esto es, defensores a tiempo parcial de la economía de libre mercado. Según convenga y dicten los vientos. Sobra decir que únicamente conviene cuando las cosas van rodadas. Si vienen mal dadas, como ahora, no hay empacho en pedir «un paréntesis en la economía de libre mercado», como tan ricamente hizo hace unos días el presidente de los empresarios españoles agrupados en la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán. Me asombra esta capacidad que tienen algunos de quedarse con los beneficios y repartir entre todos las pérdidas. Me sorprende cómo se renuncia a los principios cuando la crujía es mucho mayor de lo que se esperaba. ¡Tantos años abominando del intervencionismo estatal en la economía para acabar pidiendo ayuda a papá Estado! Así están las cosas. En Estados Unidos –supuestamente el país menos intervencionista del mundo– ya se ha anunciado una impresionante campaña gubernamental para salir al rescate de las grandes empresas con problemas, que son precisamente las que nos han metido en problemas. Lo dijo hace poco el comisario de Economía de la Unión Europea, Joaquín Almunia, muy acertadamente: «La causa de esta crisis puede resumirse en una palabra: avaricia». He ahí la clave. Hemos llegado a este punto precisamente porque el mercado abomina de los mecanismos de control estatales, por lo que se le ha dejado hacer y deshacer a sus anchas en los últimos años, inflando e inflando una burbuja que no ha tenido más remedio que estallar estrepitosamente. Resulta sarcástico que sea ahora precisamente el Estado –es decir, el dinero del contribuyente– el que tenga que solucionar la situación. Y no quedará más remedio, porque son muchísimos los puestos de trabajo que están en juego. Pero deberían sacarse unas cuantas conclusiones para el futuro. La primera está clara: al mercado no se le puede dejar a su albedrío. La segunda es una consecuencia de la anterior: habrá que instalar mecanismos que controlen los flujos económicos. Más allá de intervencionismos extremos y de nacionalizaciones, esto es precisamente lo que ha de definir a la socialdemocracia. Lo que ocurre es que en España no la hay –al menos, en lo económico– desde que Felipe González hundiera las ilusiones de muchos en la izquierda. Tampoco ahora con Zapatero, quien tiene su cuota de responsabilidad en la crisis por dejar y dejar hacer sin actuar y sin prever lo que podría pasar. Ahora tendrá que intervenir. Se lo piden los anti-intervecionistas. Lo cual resultaría cómico si no fuera trágico.
Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 21 de septiembre de 2008.
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1 comentario:
La crisis puede que venga del petroleo y puede que la crisis del petroleo venga de las guerras en las que nos ha metido el señor de las barras y estrellas, por lo que me parece más que acertado y de obligación que arreglen esto cuanto antes.
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