Dicen que en Huelva ya no hay mosquitos. Que casi han desaparecido desde que la Diputación pusiera en marcha a mediados de los años 80 un servicio que ha acabado con nuestra rémora marismeña y nuestra mala fama de tierra picajosa. Será verdad, pues no es cuestión de discutir con efectivos destructores de larvas, y no seré yo, desde luego, quien lo haga. Pero sucede que es ahora cuando más mosquitos veo en la provincia. Una vieja especie contra la que convendría la puesta en marcha de un servicio de extinción único y específico. Llevan años criándose, agazapados, y han encontrado un hábitat de expansión perfecto en la crisis, una suerte de selva tropical idónea para la transmisión de unas enfermedades que siempre acaban afectando a los más débiles. Nunca vi tantos en Huelva –ya digo– como en estos tiempos oscuros. Vivir de la sangre ajena es algo que a algunos se les da muy bien cuando llega el abismo económico. Ejemplos los hay a mansalva, como aquellas nubes de insectos que devoraban bañistas en la Punta Umbría de nuestra infancia. Estos mosquitos que ahora proliferan se valen de las vacas flacas para chupar de donde más les gusta: las administraciones públicas. Previa mediación de chantaje en forma de Expediente de Regulación de Empleo, por supuesto. Es decir, que anuncian el despido de 200 o 300 trabajadores para luego encaramarse cómodamente en el brazo de papá Estado o mamá Autonomía y comenzar a chupar. Lo extraño del asunto es que las primeras picaduras causan un extraño y masoquista Síndrome de Estocolmo que acaba provocando que a las administraciones les vaya el rollo chupóptero y se dejen ordeñar con total naturalidad. Así que la única receta que se les ocurre es el aután, un remedio temporal sin ningún futuro. Las grandes palabras, las grandes reuniones (al más alto nivel, faltaría más) y los grandes planes no dan ningún miedo a los mosquitos, que siguen campando a sus anchas por una tierra tan secularmente acostumbrada a que le chupen la sangre que ha acabado por cogerle el gusto.
Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 26 de mayo de 2009.
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3 comentarios:
hostia Andrés, ¡¡¡qué artículo más bueno!!! impresionante el atino. Eso es lo que hay, el capital privado tiene siempre la sartén por el mango. Cuando las cosas bien ganan pasta a mansalva, y cuando van mal despiden trabajadores o piden subvenciones de las administraciones de todos. Triste fin de nuestras contribuciones.
Tiene usted más razón que un santo en todo, menos en lo más insustancial de todo, en lo de los mosquitos. Será por que es usted afortunadamente joven que no ha visto las nubes de mosquitos que oscurecían las farolas... por ejemplo. Pero en realidad el sistema de control de mosquitos ha funcionado y sigue funcionando como un reloj. Antes había una auténtica epidemia, ahora hay mosquitos, pero ni mucho menos como antes, se lo puedo asegurar. En este tema la Dipu se cubrió de gloria y no es cuestión de dudar ahora de su efectividad, que sigue siendo, en este asunto mosquiteril, verdaderamente ejemplar. Un abrazo.
Eso digo, gran Bernardo, que mosquitos de los de antes ya no veo, sino de los de ahora, que han aflorado con la crisis...
Por cierto, que uno tiene ya una edad y se acuerda de las nubes de las que hablas perfectamente, o de echarle una manta por la cabeza a alguien que estaba siendo literalmente devorado...
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