Siempre escampa después de la tormenta. Esta máxima tan usada por políticos y gobernantes se ha vuelto a hacer sufriente realidad estos días. En plena tempestad del caso Mari Luz, a Juan José Cortés le prometieron el oro y el moro, poco menos que un cambio radical en un sistema, el judicial, que parece abocado a la parálisis eterna no sabemos en virtud a qué extraña plaga bíblica. El padre de la niña asesinada no buscaba hombros sobre los que llorar, sino cambios drásticos que impidieran que algo parecido volviera a ocurrir. Los presidentes del Gobierno y la Junta, el ministro, el líder de la oposición, consejeros de pelaje vario y políticos de toda condición hablaron durante aquellos días tormentosos de la conveniencia de emprender una drástica transformación de la Justicia, que era lo que demandaba una sociedad que asistía atónita al derrumbamiento de uno de sus pilares fundamentales. Pero como siempre acaba escampando, estos días, ya digo, nos hemos dado de bruces con la realidad diaria de nuestros juzgados con el cese del funcionario de refuerzo del Juzgado de Instrucción 1, encargado mismamente del caso Mari Luz, a quien la Consejería no ha considerado oportuno renovarle su contrato, lo que ha provocado las lógicas protestas del padre de la niña y de la propia Fiscalía Provincial de Huelva, ya que esta decisión causará un retraso considerable en la instrucción. Los ríos de tinta derramados tras el asesinato de la pequeña del Torrejón se han secado. Las voces que clamaban por un cambio radical en el sistema judicial han dejado de oírse. Ha escampado. Y la realidad de los juzgados sigue siendo la misma: falta de medios humanos y materiales. O sea, inversiones. O sea, una apuesta decidida por que la Justicia funcione con un mínimo de diligencia. Una prueba evidente de que algunos responsables públicos sólo entienden su actividad a golpe de titulares. Al funcionario de refuerzo que mandaron a Huelva para que algunos se callaran le acaban de enseñar la puerta de salida, el sumidero por el que se va el agua cuando al fin escampa y algunos respiran aliviados. Hasta la próxima tormenta.
Publicado en El Mundo-Huelva Noticias al 12 de mayo de 2009.
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1 comentario:
Es siempre así. En la década de los noventa mataron en Madrid un Policía Nacional de Huelva, recién casado, y Corcuera, que entonces era Ministro de Interior, prometió en la familia trabajo para todos. Casualmente, después de dos semanas de intensa agitación telefónica con Presidente, luego con Ministros, más adelante con Secretarios de Estado, y finalmente con una auxiliar administrativa del Gobierno sin capacidad decisoria, quedó la familia en el olvido, pues ya habían matado a otro. La tormenta se había desplazado hacia otros lugares.
¡Qué asco!
Ahora dirán que la crisis, y luego el olvido. Más adelante sucederá de nuevo lo mismo o parecido, y entonces ¿Cuál será la excusa?
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