martes, 21 de septiembre de 2010

Tres tristes linces

Tres linces menos en un fin de semana. Uno de ellos, Caribú, apareció literalmente muerto de hambre en Bonares. Hace casi dos años, en noviembre de 2008, había sido traído desde Sierra Morena y soltado en Doñana. La supervivencia de esta especie en estado salvaje se está demostrando imposible. Quiere decirse que la «fábrica de linces» (Juan Romero dixit) funciona a la perfección gracias al plan de cría en cautividad, pero a la vista está que de nada sirve crear linces como quien le da a la máquina de los churros. Es inútil y todo parece mover a la melancolía, y allá que se ha ido Astrid Vargas con sus bártulos a otra parte, cabizbaja y silenciosa. A los linces se les suelta en libertad y parecen morir de pena, de inanición, de la ínclita enfermedad renal o de las tres cosas a la vez. Cuando algún ejemplar se salva de alguno de estos tres males, aparece un coche y lo atropella dentro del triángulo de las Bermudas que forman Almonte, Hinojos y Villamanrique. Tres linces muertos en un fin de semana. Dirán ustedes que fallece casi el mismo número de personas de viernes a domingo en las carreteras onubenses, a pesar de lo cual la cosa se queda en un breve de periódico, o en 30 segundos de radio. Las muertes de los linces provocan reacciones innúmeras. Habrá que recordar que el lince hace tiempo que se convirtió en un símbolo casi de nuestra propia supervivencia, en una suerte de espejo en el que mirarnos desde el subconsciente. El caso es que Doñana ha perdido en lo que va de año el 10 por ciento de su población de linces. Los ecologistas amenazan con acudir a Europa, y la Junta amenaza –digamos– con que el plan de movilidad se pondrá en marcha en breve. Estupendo. Pero no creo que el problema resida en las carreteras, sino en la falta del hábitat adecuado. Sin conejos, todo se torna en naufragio. A los tres tristes linces de este fin de semana les seguirán muchos más. No teman, la máquina seguirá creando. Podemos seguir así ad infinitum o podemos replantearnos todo y empezar de nuevo. Aunque sólo sea por esquivar la melancolía del fracaso.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 21 de septiembre de 2010.

1 comentario:

ercanito dijo...

Bingo, Andrés, el hábitat. Ya no es tanto el número de conejos, que poco a poco va mejorando, sino la falta de hábitat. El lince es un animal territorial y no suele haber muchos linces en poco espacio, por eso le hace tanto daño a la especie la proliferación de invernaderos y demás sistemas de agricultura en doñana. Los ejemplares de Bonares (que hay unos cuantos) los destierran otros más dominantes que reinan en las zonas más ricas en alimento.

Lo de las carreteras es como una cortina de humo (quizás no tanto). A pesar del dineral que se emplea en la adaptación de carreteras todos los años, nunca será comparable al gasto que supondría regenerar un bosque propenso a la supervivencia de estos felinos.